No, el titular no es un ejercicio de surrealismo. Indica que el superordenador chino Tianhe-1A (en chino Tianhe es el nombre de la Vía Láctea) ha desplazado del primer puesto en el ranking mundial a su congénere americano Jaguar XT5, que disfrutaba de ese privilegio desde noviembre de 2009. La volatilidad de esta lista, que se elabora dos veces al año sobre un benchmark de rendimiento, llamado Linpack Fortran, es proverbial; lo normal es que un líder sea desbordado en un semestre. Esta vez, la sorpresa reside en la primicia estratégica: China se pone por delante de Estados Unidos, y esto a algunos les parece un peligro, una amenaza o, cuanto menos, una advertencia.
La supercomputación es un asunto de alto valor político, y los científicos lo saben, cuando buscan recursos públicos para construir uno, cuanto más potente mejor para el orgullo nacional. En 2002, cuando el Earth Simulator japonés apareció de pronto en la cúspide de la lista (hoy es el 54º) despertó una corriente de emulación en Estados Unidos. Aquello fue episódico, mientras que ahora China hace gala de su voluntad de ser una potencia de primer orden, escalando en el rango de performance y, sobre todo, diseñando y fabricando sus propios sistemas y componentes. Ahí duele, claro.
El Tianhe-1A, instalado en el Centro Nacional de Supercomputación (NSC, en su sigla inglesa) de Tianjin ha pasado el test de rendimiento con un pico de 4,7 petaflops [1015 operaciones de punto flotante por segundo] gracias a sus 7.168 servidores construidos sobre co-procesadores Intel X5670 y Nividia Tesla, y utiliza una técnica de interconexión desarrollada en China. La máquina – en la foto inferior – ocupa 112 racks. La apariencia del Jaguar XT5 – véase la imagen superior – es más gráci, dentro de lo que cabe; funciona en los laboratorios Oak Ridge, del departamento de Energía de Estados Unidos, y ha sido construida por Cray ensamblando 224.162 núcleos Opteron, de AMD. Según el test Linpack que determina el ranking, su rendimiento máximo es del 1,76 petaflops, por lo que baja del primero al segundo puesto.
El ranking publicado la semana pasada admite varias lecturas, y todas válidas desde algún punto de vista. El industrial, por ejemplo. Intel se ha apresurado a presumir de que sus procesadores dominan la lista (398 máquinas sobre 500, si bien la cuenta de núcleos se queda en el 53,5% del total). Por su lado, AMD coloca 57 máquinas y otras 40 usan variantes de los procesadores Power, de IBM, pero la creciente importancia de los procesadores gráficos ha permitido a Nvidia colarse en el club. Entre los fabricantes, IBM vuelve a ser el primero por número de sistemas (199 = 39,8%) seguido por HP, que no apuesta por el gigantismo pero acumula 158, equivalentes al 31,6%. Cray, que fue pionera de la supercomputación en los 70, aporta 29 máquinas a la lista de 500. En cuanto a los sistemas operativos, no hay discusión: 450 de los 500 superordenadores usan alguna variante de Linux.
No hay razones para pensar que Estados Unidos pueda perder su preeminencia, ya que cuenta con el 54,8% de los supercomputadores de la lista (274 máquinas), mientras China (41) ha desplazado en poco tiempo a Japón (26). En Europa, 14 países tienen en total 106 superordenadores, de los que 3 están en España. Pero estos son malabares estadísticos sobre una foto fija que se moverá con toda seguridad. Entonces, ¿qué se puede esperar en 2012? Estados Unidos está construyendo dos superordenadores de 20 petaflops cada uno, más de cuatro veces el tope actual, pero nadie sabe qué planes tiene China, y sería ingenuo pensar que se conforma con lo conseguido.